La cuarta actividad que os proponemos por ahora es ...........................CUENTOS Y MÁXIMAS
Os proponemos una lectura para que hagáis acompañados, el cuento de “La Cueva”.
Queremos que después de que lo leáis nos contáis en vídeo qué habéis reflexionado y qué máximas de Baloo se pueden aplicar.
Sabemos que sois muy listos y que conocéis las máximas de Baloo como la palma de vuestras manos, así que esperamos que nos sorprendáis un montón.
LA CUEVA
Érase una vez una
niña que se llamaba Laura. Era muy buena, muy diligente, y aunque era un poco
tímida y vergonzosilla, le encantaba hacer amigos. Pero tenía un defecto: como
era miope, llevaba unas gafas muy gruesas. Agustín, otro niño de la clase, no
paraba de chincharle y meterse con ella. Le llamaba “Laurita Gafotas”. Y como
Agustín era un chico muy popular porque era guapo y muy buen deportista, todo
el mundo empezó a reírse de ella, llamándola “Laurita Gafotas”. Así que Laura,
que ya había hecho algunos amigos, se hizo una niña muy callada y cerrada que
no hablaba con casi nadie.
Un día la clase de
Laura fue de excursión a una cueva. En un momento del recorrido, los niños
pasaron por una cornisa muy estrecha, tan estrecha que tenían que ir en fila
india. Agustín se distrajo, resbaló y cayó hacia un túnel. Pero justo antes de
empezar a caer, agarró sin querer a Laura por un tobillo, de manera que los dos
cayeron por una especie de tobogán gigante, y después de bajar, bajar y bajar,
acabaron en otra cavidad de la cueva. Era un lugar frío y oscuro, enorme. La
única luz que entraba era un rayito de sol que entraba por una grieta del
techo. El suelo estaba lleno de ramitas, troncos y hierba seca que seguramente
el viento habría llevado hasta la grieta y por allí cayeron hasta el suelo de
la cavidad. Laura y Agustín gritaron, gritaron y gritaron…. Pero nadie les oyó.
Hasta que el rayito de sol desapareció, y así supieron que afuera se había
hecho de noche. Y empezó a hacer mucho más frío. Así que entre Laura y Agustín
hicieron un colchón con la hierba seca y durmieron muy abrazados para darse
calor. Gracias a eso, pudieron pasar la noche.
Al día siguiente la
cosa no fué a mejor. El rayito de sol iluminaba muy poco, y no se veía ninguna
salida ni nada. Menos mal que en sus mochilas llevaban comida y bebida para la
excursión. Y así, compartiendo la comida y la bebida de sus mochilas, pudieron
pasar el día. Por la noche, volvieron a dormirse muy abrazados para darse
calor.
El tercer día
empezaron a preocuparse. La comida y la bebida de sus mochilas se estaba
acabando. Empezaron a llorar, pensando que morirían de hambre allí encerrados.
Y de repente, Laura tuvo una idea. Hizo un montoncito de hierba seca y ramitas
justo debajo del rayo de luz. Y, con sus gafas, hizo que el rayito se
concentrase sobre la hierba seca. Al poco, el pequeño montón empezó a arder.
Con esa pequeña hoguera se dieron cuenta de que toda la cavidad estaba llena de
leña, que hasta entonces no habían visto por la oscuridad. Agustín, como era un
gran deportista y estaba muy fuerte, recopiló un gran montón de leña para que
la hoguera pudiera calentar toda la cavidad durante toda la noche Y así, esa
noche, Laura y Agustín durmieron calentitos, y eso les alegró mucho el ánimo.
El cuarto día se
despertaron más animados, pero preocupados porque la comida y la bebida casi se
les habia acabado. Pero cuando echaron más y más leña a la hoguera, la cavidad
se ilumino del todo, y, con gran alegría, descubrieron que en un lado había un
túnel que hasta entonces no habían visto por la oscuridad… ¡Podía ser una
salida! Con dos ramas gruesas, los dos amigos se hicieron unas antorchas, que
emplearon para iluminar el túnel, que al final, en efecto, resultó ser una
salida. Ya fuera, al verse a salvo, Laura y Agustín se abrazaron alegres y
llenos de emoción, y llegaron hasta el pueblo más cercano donde dieron aviso de
que estaban bien.
Además de las
familias de Laura y Agustin, vinieron al pueblo muchísimos reporteros de televisión
para entrevistarles y que contaran su trepidante aventura: ¡CUATRO DÍAS EN UNA
CUEVA, Y LOGRARON SALIR!. Los reporteros alucinaban con lo que les contaron.
Uno de ellos le preguntó a Laura: “Oye, niña, ¿Qué opinas de que os hayan
salvado las gafas de Laurita Gafotas? Porque así te llaman en el colegio,
¿no?”. Y Agustín, muy serio, pasó su brazo por los hombros de Laura y dijo: “Mi
amiga no es Laurita Gafotas. Es SuperLaura Rayoláser, y me ha salvado la vida”.
Laura, emocionada, pasó el brazo por los hombros de Agustín y dijo. “Pero si no
hubiese sido por la superfuerza de mi amigo Powerful Gustin, que amontonó un
montón de leña, no hubiéramos salido de la cueva”
Os podeis imaginar,
queridos niños, que Laura y Agustín fueron desde entonces amigos inseparables
para siempre.
Y colorín colorado….